martes, 9 de febrero de 2010

La Iglesia y el desafío de las nuevas tecnologías de comunicación

www.pccs.va La Iglesia y el desafío de las nuevas tecnologías de comunicación Urgen sacerdotes, religiosos y religiosas, padres y madres de familia, maestros, catequistas, jóvenes y niños con formación comunicativa. Autor: Monseñor Claudio Celli Fuente: Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales El panorama comunicativo de hoy es más complejo que el intuido hace casi cincuenta años por los Padres conciliares, pero ellos abrieron el camino de la Iglesia para que el momento actual no nos encontrara impreparados. El Concilio Vaticano II fue la clave para impulsar una presencia viva de la Iglesia en el diálogo social, y sigue siendo orientación y guía para nosotros en el trabajo pastoral. Diría que el documento de Aparecida recoge de manera singular el espíritu del Vaticano II y lo expresa en categorías actuales y adecuadas al Continente, al llamar a la Iglesia a ponerse en estado de misión. Éste es nuestro objetivo: servir a la misión de la Iglesia, llamada a ser signo visible del Reino de Dios en la tierra. Hoy vemos cómo los medios de comunicación llamados “tradicionales” no desaparecen, sino que se suman a los nuevos, y todos se integran en un sistema más amplio que nos obliga a gestionar algo que podría englobar a todos los desafíos: la complejidad. No es tiempo de respuestas unilaterales o simplistas. Pero no hemos de temer, pues la Iglesia está habituada a adentrarse en nuevos paradigmas culturales. Lo ha hecho, no sin tensiones, dejándose conducir por el Espíritu Santo, durante sus dos milenios de historia y en todos los rincones de la geografía mundial. Señalaba en mi primera intervención que la Iglesia no parte de cero, sino que ve florecer numerosas y buenas iniciativas en este campo. Mi invitación a todas ellas es que no actúen solas, sino que tengan conciencia de que hoy es posible la colaboración y el trabajo en red, conservando cada entidad los propios carismas. La Iglesia debe actuar como un cuerpo bien articulado, que integra la diversidad de sus miembros.Veamos pues algunos de los desafíos que nos presenta este complejo sistema mediático, marcado por la multiplicidad, la brevedad y la portabilidad. 1. La multiplicación de los espacios de encuentro: diálogo e interactividad 2. La multiplicación de los lenguajes: del texto al videoclip 3. La consecuente urgencia de una formación adecuada a todo nivel. 4. Redefinir la financiación y sostenibilidad de los proyectos comunicativos 5. Impulsar la capacidad de discernimiento en la información Veamos pues algunos de los desafíos concretos que afrontamos. 1. Multiplicación de los espacios de encuentro: diálogo e interactividad Preocupa a algunos el riesgo de que la Iglesia pueda descuidar su labor presencial directa, la celebración de los sacramentos, la asistencia personal a los necesitados, etc., para lanzarse a los espacios cibernéticos que ahora la reclaman. Nada más lejano a la realidad. La Iglesia simplemente responde a la necesidad de cubrir, además de los primigenios espacios de encuentro, también los nuevos que se van abriendo como territorios de misión (cf. Benedicto XVI, Mensaje 2009). No debemos abandonar ninguno. Hemos de estar presentes allá donde las personas están y comparten la vida, física o virtualmente, para escucharlas, dialogar y ofrecer la Buena Nueva de Jesucristo de modo que se encuentren con Él de manera personal.El desafío de la interactividad en los nuevos medios es de los más exigentes de nuestros días. Los sitios web eclesiales siguen siendo en su mayoría “vitrinas” unidireccionales, no por falta de capacidad tecnológica, sino por la escasez de personas, más aún cuando deben estar capacitadas para establecer un diálogo múltiple y tan absorbente como el que puede llegar a darse a través de Internet. Se necesitan agentes de pastoral que dediquen oración y horas a leer y discernir los mensajes con significado -sean o no favorables a la Iglesia y a la fe- de aquéllos que son frívolos y vacíos, para poder responder adecuadamente en cada caso. Interactividad significa diálogo, y diálogo significa tiempo y dedicación. A esto me refiero cuando invito a hacer una diakonia de la cultura digital. Un servicio dedicado y eficaz a las personas también en el espacio virtual. 2. Multiplicación de los lenguajes Cuando decimos “nuevos medios” no estamos diciendo sólo tecnología. Estamos diciendo “lenguajes”. Los dispositivos electrónicos son extensiones comunicativo-culturales capaces de emitir en diversos códigos, del texto breve a la imagen y el sonido en unas formas muy lejanas a la lógica discursiva que marcó a la modernidad. Los sitios web ya no son depósitos de textos. La comunicación es poliédrica, multimedial, y cada medio tiene sus lenguajes. Eso nos exige inspirarnos en nuestras fuentes bíblicas -la historia breve, las parábolas, la narración, la imagen, la música- y estimular a los artistas de hoy (tantas veces jovencísimos) a expresar con formas y sonido actuales la experiencia inefable del encuentro con Dios, tal como han hecho innumerables artistas a lo largo de la historia, bajo los auspicios y con el apoyo de la Iglesia. (Encuentro de Benedicto XVI con los artistas). 3. Urgencia de la formación Queda de manifiesto ahora el por qué estamos empeñados en impulsar una verdadera ola de formación de agentes, a todos los niveles de la Iglesia, en comunicación y cultura digital. Si todos somos discípulos del Señor y misioneros de su Palabra, todos hemos de saber comunicarla. Recuerdo aquí a tantos sacerdotes y agentes de pastoral que, sin acceso a medios digitales, usan la tinta y el papel o la radio comunitaria para anunciar la palabra. Tanto ellos como los grandes portales y los entes de televisión eclesiales, todos necesitan personas capacitadas para optimizar sus esfuerzos y los recursos dedicados a la comunicación. Urgen sacerdotes, religiosos y religiosas, padres y madres de familia, maestros, catequistas, jóvenes y niños con formación comunicativa. Hoy es importante que la formación infantil incluya el aprender a participar en el diálogo social con cortesía, expresando el propio parecer en la búsqueda de la verdad, sin recurrir al insulto o la denigración del otro. La comunicación no puede ya ser un aspecto más de la pastoral de la Iglesia, sino debe atravesarla transversalmente. 4. Redefinir la financiación y sostenibilidad de las iniciativas En el contexto católico no son muchas las iniciativas de comunicación saludables económicamente. Este es otro gran desafío que afrontamos, empezando por aceptar que los medios católicos necesitan medios. Todos los miembros de la Iglesia hemos de colaborar para su sostenimiento. Hay diversos modelos de financiación, algunos más empresariales, otros por suscripción de abonados, otros de financiación mixta. Los modelos pueden ser aplicables en distintas circunstancias. Pero una sana gestión económica, transparente y escrupulosa en la rendición de cuentas, suele ser garantía de estabilidad y buen uso de los recursos obtenidos. 5. Impulsar la capacidad de discernimiento en la información Dado que se multiplican al infinito las fuentes de información, ésta puede llegar a volverse indigesta hasta la intoxicación. Por eso urgen criterios de selección y discernimiento que ayuden a los usuarios a tener una “dieta informativa” gestionable y sana, más aún en la referida al hecho religioso, tantas veces objeto de sesgo y parcialidad en los medios. Las claves de lectura ayudarán a una visión madura del creyente y a la creación de una opinión pública menos sujeta a manipulaciones o visiones de parte. No tengamos miedo al diálogo. Vamos adelante en ese camino, pero aún tenemos un enorme trecho por recorrer. Nos da paz la convicción de que es el Espíritu del Señor el protagonista de toda la misión eclesial, y Él nos guía y sostiene en nuestra labor comunicativa al servicio del Reino.

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