jueves, 15 de octubre de 2009

SAN JOSE "PATRONO DE LA FAMILIA"

Por FLORENCIA MARCELA IDOYAGA MOLINA
"…..No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo,…que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo, tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender, que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide…cuando un padre pide a su hijo, sus deseos son verdaderos mandatos..." Santa Teresa de Jesús.
Si hay alguien que cuida a nuestra familia ese es el mismísimo San José; solo hay que pedírselo y encomendarle a todos los miembros de nuestra familia.
Este admirable santo vivió en carne propia el ser padre, esposo, sostén económico de su familia, así como también fiel protector en los peligros. Porque si bien, Jesucristo se hizo Hombre sin poseer pecado alguno, todas sus necesidades humanas fueron semejantes a las nuestras.
La familia como institución divina sufre persecuciones de todo tipo, dentro de la sociedad consumista y hedonista en la cual vivimos. En algunos casos vemos cómo a nuestro alrededor el lazo matrimonial devorado por lobos rapaces y los jóvenes, presos de la droga o el alcohol van rajando la esencia de la verdadera familia, hasta que el quiebre definitivo es inevitable. En la etapa siguiente comparten la casa pero no el hogar. Hablan del tiempo y de algunas cosas superfluas, pero no dialogan de corazón a corazón. Quizás tengan dinero, pero carecen de la riqueza humana que supone la familia. Tanto padres e hijos tendrán relaciones sociales, y como paradoja, la soledad interior: les falta el entrañable vínculo de padres e hijos, base fundamental para el sano crecimiento de la psiquis y el desarrollo de los vínculos con los demás e incluso con uno mismo.
En la Casita de Nazareth, se vivía una vida oculta y aparentemente sin valor alguno. Todo era oscuridad y silencio, sin embargo, esta fue, escuela de santidad, un taller donde se forman todas las virtudes. Fue lo más grande y hermoso que existió en la tierra a los ojos de Dios. Fue la parte más larga de la vida de Jesús, ya que de maestro estuvo solo tres años con sus predicaciones, pero de modelo familiar estuvo más de treinta. Quiso enseñarnos más con su vida de todos los días que con su predicación y esto lo hizo dentro del marco de una familia: la Sagrada Familia.
En el evangelio, en las pocas palabras que relatan la vida en Nazareth, se resalta que sobre todas las cosas fue una vida de Obediencia: Jesús sujeto a sus padres, María a José y José a la voluntad de Dios; nadie hacía la voluntad propia. Armonía: la vida en la Casita transcurría entre el pesado trabajo de un carpintero de aldea y María que cuidaba de Jesús directa y personalmente. María tuvo que prestarle los mismos servicios que una madre presta a su hijo y el Niño Jesús tuvo que depender de su madre de tal suerte que la vida de los dos era una sola vida. ¡Qué dulce compenetración de vida entre Madre e Hijo! No hay un solo paso en la vida de Jesús que no tenga repercusión en el corazón de María (Lc2, 19).
Amor Paz y Entrega: Cuando se vive como Jesús, María y José, entregados a Dios y abandonados a Su voluntad se experimenta una profunda paz y tranquilidad en medio de una furiosa tempestad. No hay lugar para el miedo porque se siente la presencia de Dios que guía nuestra vida.
Fe: En la Virgen María de dio el milagro de los milagros. Su fe atrajo del cielo al Hijo de Dios; María cree con sencillez, con confianza, sin vacilaciones. Sin duda el más grande es el de la Anunciación (Lc.1, 30-33), que pone a prueba su fe.
Pobreza: Es la primera de la bienaventuranzas (Mt.5, 3). Toda la fortuna y los bienes eran el amor del Padre y el Hijo. La pobreza fue la joya preciosa con la que quizo adornarse: nació, vivió y murió pobremente y a los que dejaron todo por seguirle los hizo apóstoles y santos.
Nuestra familia puede ser un "Reino de los Cielos"; en Nazareth, a María, Jesús y José, un gran manto de amor los unía y así se empezó a conocer el Amor en el mundo entero.

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