“Construyendo
consenso para un desarrollo equitativo y sostenible: Contribuciones de las
religiones para un futuro digno” fue el lema del Foro Interreligioso (1) llevado
a cabo en Buenos Aires del 26 al 28 de septiembre. Sus recomendaciones serán
elevadas al G20, un espacio de cooperación económica y financiera entre los
países comercialmente más poderosos que busca generar políticas públicas para
abordar los desafíos globales.
El encuentro fue organizado por el G20
Interfaith Forum Association, el Consejo Argentino para la Libertad Religiosa
(CALIR) y el proyecto latinoamericano “Ética
y Economía” (Creas-Pidesone), con la colaboración de otras numerosas
entidades basadas en la fe. Con sesiones plenarias, mesas de trabajo y paneles
en el auditorio Manuel Belgrano de la Cancillería Argentina, la sede de la
Conferencia Episcopal Argentina (CEA), el Hotel Sheraton de Retiro y la sala
Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, donde fue el cierre con una
lectura interreligiosa y un número musical.
La apertura contó con la presencia de la
vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, quien ponderó este encuentro, con
la aspiración que sus recomendaciones sea posible traducirse en políticas
públicas, para que cada persona “pueda
desarrollarse digna y plenamente”. “Un
primer aporte fundamental al mundo de hoy es el de ser capaces de mostrar la
fecundidad del diálogo constructivo para encontrar, entre todos, las mejores
soluciones a los problemas que nos afectan a todos”, sostuvo el papa
Francisco en un mensaje enviado para la ocasión, leído por Monseñor Carlos
Malfa, Secretario General de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) (2).
Un tema central de las deliberaciones rondó en torno
de los tópicos “Ética y economía”, las
religiones y los nuevos retos globales, el cambio climático y el desarrollo
sostenible. En distintas sesiones paralelas religiosos y especialistas, junto
con funcionarios de gobierno, abordaron asuntos vinculados con: trabajo digno,
tráfico humano y esclavitud moderna, libertad religiosa y normas
antidiscriminatorias, éxodos modernos y refugiados, enfoques religiosos al
cambio climático, la enseñanza y la acción religiosa para poner fin al hambre, imperativos
de buen gobierno, trabajo interreligioso, fe y finanzas, responsabilidades de
las instituciones educativas y mediáticas, ayuda humanitaria en zonas de
conflicto, derechos humanos y prioridades globales, etc.
También hubo sesiones bajo los lemas “Niños: un imperativo común para el
compromiso del G20”; “No desprecie mi
juventud: Liderazgo interreligioso juvenil internacional”; y “Mujeres y religión: dignidad, igualdad y empoderamiento”.
En este último panel expuso la senadora uruguaya Carmen Asiaín Pereira,
Profesora de Derecho y Religión de la Universidad de Montevideo. Quien comenzó
hurgando en la tradición judío-cristiana, donde hombres y mujeres son creados a
imagen de Dios, con la misma dignidad y derechos. Luego habló de ciertas
prácticas, desde el matrimonio infantil y el cambio de sexo, hasta la erotización
y la prostitución. Para finalmente cuestionar si las actuales políticas de “género” resultan adecuadas para lograr
la mentada equidad en un contexto donde ciertas normas tradicionales perpetúan
la desigualdad y con frecuencia se extienden a patrones sociales.
En el panel sobre “Trabajo interreligioso” resultó interesante el recorrido bíblico
realizado por Marcelo Polakoff, rabino del Centro Unión Israelita de Córdoba e
integrante del Comité Interreligioso por la Paz (COMIPAZ) de dicha provincia
Argentina, que viene de cumplir 20 años de interacción interreligiosa. Habló de
la responsabilidad en una mesa moderada por el flamante Secretario de Culto de
la Nación Alfredo Abriani e integrado por representantes de distintas
tradiciones espirituales. A tal efecto remitió a pasajes de las escrituras
donde hace notar la dificultad que tienen ciertos personajes providenciales
icónicos para asumir su responsabilidad: individual, moral y colectiva.
Respectivamente Adán (culpa a Eva),
Caín (se desentiende de su hermano: “¿Soy
yo acaso guardián de mi hermano?”) y Noé (salva sólo a su familia). Para concluir que hoy ya no se trata de
un mero diálogo entre religiones, sino de convivencia. Más aún, de un trabajo
en conjunto.
En una de las sesiones plenarias finales Silvia
Morimoto, Directora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
en Argentina explicó que para acelerar la Agenda 2030 se necesita colaboración
intersectorial, inversión, identificar dificultades y soluciones innovadoras.
Al finalizar interpeló al público reunido en la Biblioteca Nacional. Levantó
dos bolígrafos: Uno producido con explotación laboral y contaminación, el otro
con trabajo digno y amigable con el ambiente. El primero es puesto a la venta
en cuatro dólares y el otro a seis. “¿Cuál
comprarían?”, inquirió. Hubo manos levantadas para ambas opciones, si bien
muy pocas. La inmensa mayoría quedó observando. Varías conclusiones podrían
derivarse de este pequeño experimento social. La certeza: el desarrollo
sostenible es un tema complejo, imbricado con la ética que plantean las
distintas tradiciones espirituales. En la misma mesa Álvaro Albacete,
Secretario General Adjunto para Relaciones Externas del Centro Internacional de
Diálogo (KAICIID), reseñó la apertura de los organismos multilaterales en los
últimos años para considerar las religiones un factor no ajeno a la
instrumentación de políticas públicas.
Entre otros destacados expositores de religiones
mayoritarias, del ámbito político y gubernamental estuvieron el cardenal peruano
Pedro Barreto, de la Conferencia Episcopal de América Latina; el obispo emérito
y teólogo anglicano Rowan Williams, presidente del Christian AID; Cole Durham, cofundador
y profesor del Centro de Estudios Internacional de Derecho y Religión, de la Brigham
Young University; el sacerdote católico Augusto Zampini, teólogo del Dicasterio
para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano; Chris Ferguson, presidente
de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas; Cristina Calvo, Directora del
Programa Internacional sobre Democracia, Sociedad y Nuevas Economías del
Rectorado de la Universidad de Buenos Aires; Claudio Epelman, del Congreso
Judío Latinoamericano; S.E. Metropolita Emmanuel Adamakis, de la Iglesia
Ortodoxa Griega de Francia; y Brian Adams, director del Centre for Interfaith
& Cultural Dialogue de la Griffith University.
En la declaración final se valora la “extraordinaria convivencia y amistad entre
confesiones religiosas que caracteriza a este pueblo” (Argentina), que no
sólo dialogan, “sino que realizan un
trabajo en común, especialmente en la atención de los más vulnerables”, lo
que demuestra que le convivencia entre las distintas confesiones “no solamente es posible, sino que además es
deseable”. Un “trabajo conjunto” “verdaderamente urgente en un mundo
globalizado donde los desafíos se multiplican y alcanzan dimensiones
planetarias”. En otro punto condena “cualquier
discurso o acción que invite a la violencia, al odio religioso o al
enfrentamiento”. En otros extractos deplora las restricciones a la libertad
religiosa, se solidariza con el dolor de perseguidos por querer vivir su fe,
exhortando “a los líderes mundiales a
comprometerse en la defensa de la libertad religiosa, que permita a las
personas vivir su espiritualidad desde sus creencias, con todo respeto y
dignidad”.
El documento de nueve puntos entiende que “el cuidado de la casa común es
responsabilidad de todos los sectores”, pide “a los Estados redoblar los esfuerzos con políticas públicas” y exige
“una mirada más integral desde lo
ambiental, lo económico, lo social, lo cultural”. Apela a la ética y a los
valores para que “la voracidad y la
avaricia” sean “erradicadas”.
Reivindica “la inspiración de las
enseñanzas morales de las religiones” al celebrarse el 70º aniversario de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos a la vez que lamenta “la presencia de nuevas esclavitudes que
afectan a tantas personas”. En el último punto reafirma el compromiso de “aunar esfuerzos por superar las múltiples
facetas de las desigualdades que afectan a la mayor parte de la población
mundial”, tarea en la que “los
gobiernos del G20 tienen la posibilidad de asumir un papel activo en acciones”,
y “promover buenas prácticas de manera
conjunta para reducir las brechas escandalosas de la desigualdad”, “para que toda la humanidad tenga acceso a
una vida plena y abundante” (3).
El G20 Interfaith en Argentina fue la quinta
edición de una serie de foros celebrados anualmente en relación con la Cumbre
económica internacional. Las anteriores tuvieron lugar en Gold Coast, Australia
(2014); Estambul, Turquía (2015); Beijing, China (2016); y Potsdam, Alemania
(2016). Sus recomendaciones serán elevadas al G20, que conforman la Unión
Europea y 19 países: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil,
Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia,
Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía.
Primó un buen ambiente durante las
deliberaciones, con valiosos aportes y buenas intensiones. Un espacio de
encuentro, donde resaltó la importancia de buscar traducir este diálogo en
acciones y buenas prácticas, conjuntas, urgentes, por la dignidad de cada
persona y el cuidado de nuestra “casa
común”. Como era de esperar, también quedaron temas al margen, como la
familia, cada vez más relegada en el abordaje social, instrumental al consumo e
intereses particulares. Tan fundamental para la contención del desvalido, una
ecología social integral y compromisos colectivos sostenibles.
CITAS:
1) Más información del G20 Interreligioso puede
encontrarse en: www.g20interfaith.org
2) Mensaje del Papa Francisco:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/09/26/for.html
3) Declaración final puede verse en el siguiente
link informativo de AICA:
www.aica.org/35733-foro-interreligioso-g20-llamado-reducir-brechas-escandalosas-de-la-desigualdad.html
Lic. Miguel Werner
Secretario General UPF Argentina
Cel: 11-4158-4596 / argentina@upf.org
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