sábado, 13 de octubre de 2018

G20 Interreligioso: Fe y acciones urgentes para un desarrollo sostenible


“Construyendo consenso para un desarrollo equitativo y sostenible: Contribuciones de las religiones para un futuro digno” fue el lema del Foro Interreligioso (1) llevado a cabo en Buenos Aires del 26 al 28 de septiembre. Sus recomendaciones serán elevadas al G20, un espacio de cooperación económica y financiera entre los países comercialmente más poderosos que busca generar políticas públicas para abordar los desafíos globales.

El encuentro fue organizado por el G20 Interfaith Forum Association, el Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR) y el proyecto latinoamericano “Ética y Economía” (Creas-Pidesone), con la colaboración de otras numerosas entidades basadas en la fe. Con sesiones plenarias, mesas de trabajo y paneles en el auditorio Manuel Belgrano de la Cancillería Argentina, la sede de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), el Hotel Sheraton de Retiro y la sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, donde fue el cierre con una lectura interreligiosa y un número musical.

La apertura contó con la presencia de la vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, quien ponderó este encuentro, con la aspiración que sus recomendaciones sea posible traducirse en políticas públicas, para que cada persona “pueda desarrollarse digna y plenamente”. “Un primer aporte fundamental al mundo de hoy es el de ser capaces de mostrar la fecundidad del diálogo constructivo para encontrar, entre todos, las mejores soluciones a los problemas que nos afectan a todos”, sostuvo el papa Francisco en un mensaje enviado para la ocasión, leído por Monseñor Carlos Malfa, Secretario General de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) (2).

Un tema central de las deliberaciones rondó en torno de los tópicos “Ética y economía”, las religiones y los nuevos retos globales, el cambio climático y el desarrollo sostenible. En distintas sesiones paralelas religiosos y especialistas, junto con funcionarios de gobierno, abordaron asuntos vinculados con: trabajo digno, tráfico humano y esclavitud moderna, libertad religiosa y normas antidiscriminatorias, éxodos modernos y refugiados, enfoques religiosos al cambio climático, la enseñanza y la acción religiosa para poner fin al hambre, imperativos de buen gobierno, trabajo interreligioso, fe y finanzas, responsabilidades de las instituciones educativas y mediáticas, ayuda humanitaria en zonas de conflicto, derechos humanos y prioridades globales, etc.

También hubo sesiones bajo los lemas “Niños: un imperativo común para el compromiso del G20”; “No desprecie mi juventud: Liderazgo interreligioso juvenil internacional”; y “Mujeres y religión: dignidad, igualdad y empoderamiento”. En este último panel expuso la senadora uruguaya Carmen Asiaín Pereira, Profesora de Derecho y Religión de la Universidad de Montevideo. Quien comenzó hurgando en la tradición judío-cristiana, donde hombres y mujeres son creados a imagen de Dios, con la misma dignidad y derechos. Luego habló de ciertas prácticas, desde el matrimonio infantil y el cambio de sexo, hasta la erotización y la prostitución. Para finalmente cuestionar si las actuales políticas de “género” resultan adecuadas para lograr la mentada equidad en un contexto donde ciertas normas tradicionales perpetúan la desigualdad y con frecuencia se extienden a patrones sociales.

En el panel sobre “Trabajo interreligioso” resultó interesante el recorrido bíblico realizado por Marcelo Polakoff, rabino del Centro Unión Israelita de Córdoba e integrante del Comité Interreligioso por la Paz (COMIPAZ) de dicha provincia Argentina, que viene de cumplir 20 años de interacción interreligiosa. Habló de la responsabilidad en una mesa moderada por el flamante Secretario de Culto de la Nación Alfredo Abriani e integrado por representantes de distintas tradiciones espirituales. A tal efecto remitió a pasajes de las escrituras donde hace notar la dificultad que tienen ciertos personajes providenciales icónicos para asumir su responsabilidad: individual, moral y colectiva. Respectivamente Adán (culpa a Eva), Caín (se desentiende de su hermano: “¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?”) y Noé (salva sólo a su familia). Para concluir que hoy ya no se trata de un mero diálogo entre religiones, sino de convivencia. Más aún, de un trabajo en conjunto.

En una de las sesiones plenarias finales Silvia Morimoto, Directora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Argentina explicó que para acelerar la Agenda 2030 se necesita colaboración intersectorial, inversión, identificar dificultades y soluciones innovadoras. Al finalizar interpeló al público reunido en la Biblioteca Nacional. Levantó dos bolígrafos: Uno producido con explotación laboral y contaminación, el otro con trabajo digno y amigable con el ambiente. El primero es puesto a la venta en cuatro dólares y el otro a seis. “¿Cuál comprarían?”, inquirió. Hubo manos levantadas para ambas opciones, si bien muy pocas. La inmensa mayoría quedó observando. Varías conclusiones podrían derivarse de este pequeño experimento social. La certeza: el desarrollo sostenible es un tema complejo, imbricado con la ética que plantean las distintas tradiciones espirituales. En la misma mesa Álvaro Albacete, Secretario General Adjunto para Relaciones Externas del Centro Internacional de Diálogo (KAICIID), reseñó la apertura de los organismos multilaterales en los últimos años para considerar las religiones un factor no ajeno a la instrumentación de políticas públicas.

Entre otros destacados expositores de religiones mayoritarias, del ámbito político y gubernamental estuvieron el cardenal peruano Pedro Barreto, de la Conferencia Episcopal de América Latina; el obispo emérito y teólogo anglicano Rowan Williams, presidente del Christian AID; Cole Durham, cofundador y profesor del Centro de Estudios Internacional de Derecho y Religión, de la Brigham Young University; el sacerdote católico Augusto Zampini, teólogo del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano; Chris Ferguson, presidente de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas; Cristina Calvo, Directora del Programa Internacional sobre Democracia, Sociedad y Nuevas Economías del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires; Claudio Epelman, del Congreso Judío Latinoamericano; S.E. Metropolita Emmanuel Adamakis, de la Iglesia Ortodoxa Griega de Francia; y Brian Adams, director del Centre for Interfaith & Cultural Dialogue de la Griffith University.

En la declaración final se valora la “extraordinaria convivencia y amistad entre confesiones religiosas que caracteriza a este pueblo” (Argentina), que no sólo dialogan, “sino que realizan un trabajo en común, especialmente en la atención de los más vulnerables”, lo que demuestra que le convivencia entre las distintas confesiones “no solamente es posible, sino que además es deseable”. Un “trabajo conjunto” “verdaderamente urgente en un mundo globalizado donde los desafíos se multiplican y alcanzan dimensiones planetarias”. En otro punto condena “cualquier discurso o acción que invite a la violencia, al odio religioso o al enfrentamiento”. En otros extractos deplora las restricciones a la libertad religiosa, se solidariza con el dolor de perseguidos por querer vivir su fe, exhortando “a los líderes mundiales a comprometerse en la defensa de la libertad religiosa, que permita a las personas vivir su espiritualidad desde sus creencias, con todo respeto y dignidad”.

El documento de nueve puntos entiende que “el cuidado de la casa común es responsabilidad de todos los sectores”, pide “a los Estados redoblar los esfuerzos con políticas públicas” y exige “una mirada más integral desde lo ambiental, lo económico, lo social, lo cultural”. Apela a la ética y a los valores para que “la voracidad y la avaricia” sean “erradicadas”. Reivindica “la inspiración de las enseñanzas morales de las religiones” al celebrarse el 70º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a la vez que lamenta “la presencia de nuevas esclavitudes que afectan a tantas personas”. En el último punto reafirma el compromiso de “aunar esfuerzos por superar las múltiples facetas de las desigualdades que afectan a la mayor parte de la población mundial”, tarea en la que “los gobiernos del G20 tienen la posibilidad de asumir un papel activo en acciones”, y “promover buenas prácticas de manera conjunta para reducir las brechas escandalosas de la desigualdad”, “para que toda la humanidad tenga acceso a una vida plena y abundante” (3).

El G20 Interfaith en Argentina fue la quinta edición de una serie de foros celebrados anualmente en relación con la Cumbre económica internacional. Las anteriores tuvieron lugar en Gold Coast, Australia (2014); Estambul, Turquía (2015); Beijing, China (2016); y Potsdam, Alemania (2016). Sus recomendaciones serán elevadas al G20, que conforman la Unión Europea y 19 países: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía.

Primó un buen ambiente durante las deliberaciones, con valiosos aportes y buenas intensiones. Un espacio de encuentro, donde resaltó la importancia de buscar traducir este diálogo en acciones y buenas prácticas, conjuntas, urgentes, por la dignidad de cada persona y el cuidado de nuestra “casa común”. Como era de esperar, también quedaron temas al margen, como la familia, cada vez más relegada en el abordaje social, instrumental al consumo e intereses particulares. Tan fundamental para la contención del desvalido, una ecología social integral y compromisos colectivos sostenibles.

CITAS:
1) Más información del G20 Interreligioso puede encontrarse en: www.g20interfaith.org
2) Mensaje del Papa Francisco:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/09/26/for.html
3) Declaración final puede verse en el siguiente link informativo de AICA:
www.aica.org/35733-foro-interreligioso-g20-llamado-reducir-brechas-escandalosas-de-la-desigualdad.html

Lic. Miguel Werner
Secretario General UPF Argentina
Cel: 11-4158-4596 / argentina@upf.org

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