“Las últimas lunas” de Furio
Bordon, dirigida por Susana Hornos, llega a Buenos Aires de la mano de Federico
Luppi, quien decidió contactar al autor tras leer en una nota que fue la última
obra que el querido Marcelo Mastroianni hizo en teatro. Al leer la pieza, la
lucidez, la ternura, el humor y la sencillez con que habla de la vejez y las
relaciones de familia decidieron a Luppi que merecía estar en Argentina.
De Furio Bordon, con Federico Luppi.
Dirección: Susana Hornos.
Funciones: viernes, 20:00 hs.
Lugar: Centro Cultural de la
Cooperación (Av. Corrientes 1543)
Entrada: $200 / Descuento jub. y
est. / 2x1 Club la Nación y CABAL.
Reservas: 5077-8000 int 8313 /
Alternativateatral
Duración: 80 min.
Ficha Artística
Dramaturgia: Furio Bordon
Dirección: Susana Hornos
Actores: Susana Hornos, Federico
Luppi y Ramiro Vayo
Asistencia de dirección y
producción: Lucía Tomás
Producción general: Pablo Silva y
Susana Hornos
Escenógrafa: Eliana Sánchez
Diseño de luces: Pedro Zambrelli
Silbatriz: Marisa Pons
Diseño gráfico: Yael Silva
Fotografía: Gianni Mestichelli
Prensa: OCTAVIA Comunicación
Si podemos plantearnos la
pregunta: ”¿Soy yo responsable de mis actos?”, significa que sí lo somos. Fiodor Dostoievsky
De acuerdo al enunciado de
Dostoievsky, es menester advertir al potencial espectador de Las últimas lunas,
que mas allá de todo lo que se ha advertido y se nos advierte en cuanto a de
que se trata la vejez, el mayor esfuerzo que tanto Furió Bordon como Susana
Hornos, autor y directora-actriz de la obra, consecutivamente, requieren del
público, es una saludable predisposición para hacerse cargo del causa-efecto
respecto del trato que generamos desde el seno familiar y hacia la sociedad
toda, entre los más jóvenes y los
“recategorizados” adultos mayores, seniors, o personas de edad.
Ese baño de
realidad/responsabilidad, comienza con el diario ejercicio de observar
atentamente en esos rostros-espejos de viejos, cual será proyectada a futuro,
nuestra propia imagen. Una imágen que íntimamente, muchos aseguran que jamás
han de incorporar, basándose en que esa geografía corporal, será modificada por
manos avezadas desde un quirófano, siempre y cuando el coraje para exhibir una
ficticia juventud, los acompañe. Pero queda exento ese mundo interior, donde no
lo alcanza ningún bisturí; un mundo compartido entre experiencias y fantasmas de antaño, repletos de sabiduría,
donde solo la memoria podrían modificar(la mayoría de las veces esquivados).Ninguna
pieza queda fuera de lugar, en ese intenso y rico diálogo que a manera de
rompecabezas, van uniendo a través de la espera de la partida hacia el
geriátrico del viejo maestro (Federico Luppi), Ramiro Vayo (el hijo del maestro
que lo ha de llevar), y Susana Hornos(en el rol de esposa fallecida, del viejo
maestro).Un vaivén de imágenes del pasado que desembocan en un presente, donde
la ausencia de amor, ese valor que ya casi no cotiza en Bolsa, vuelca una vez
más la balanza para sentenciar a tantos viejos, a tan sórdidos exilios. El
segundo acto de la obra, un lacerante y conmovedor monólogo con aristas
risueñas, amerita un párrafo aparte para quien lo ejecuta, Federico Luppi, por
todo lo que representa para la escena nacional e internacional, un singular
maestro, en el arte de cerrar círculos, nos señala como funciona eso que desde
el mismísimo Papa, hasta diferentes Organismos de Derechos Humanos,
coincidieron en llamar “La cultura del volquete”; los viejos descartables.
Me gratificó sobremanera, al
márgen de sus dotes como directora, esas infinitas miradas amorosas que Susana
Hornos, esposa de Federico Luppi en la vida real, le asesta sobre su humanidad
de manera explícita, trascendiendo lo actoral, a lo largo de todo el primer
acto. Gestos que superan ampliamente-desde mi visión-, cualquier homenaje que
eventualmente algún funcionario allegado al Ministerio de Cultura de la Nación,
pueda ofrecerle a un hombre que sin dobleces, fué y es fiel a sus convicciones
e ideales, como actor inmenso y ciudadano del mundo, nos guste, o no.
Juan Claudio Dahul
Entrevista
Federico Luppi: Esta boca es mía
Un mano a mano con un ser humano,
que anteponiéndose al oficio de actor, responde con el rigor y valentía poco
usuales entre sus pares, destacando una severa autocrítica sobre esos actos que
en la vida, lo han hecho y nos hacen caer, en la inconsciente trampa del off
side. Calor de hogar, un mate presto para el convite, y un bálsamo celestial
representado por Susana Hornos, su esposa, son el marco que con profundo respeto,
nos acompañan el decir de un maestro, defendiendo el pan y la alegría.
La Organización Mundial de la
Salud, formuló años atrás, una serie de recomendaciones para llegar joven a
viejo, hay gerontólogos que coinciden en agregarle a estos postulados, la
necesidad de defender la libertad. A próposito, ¿qué entiende por libertad?
FL: La libertad es el único camino (no conozco otra definición), para
compartir el mundo en lo material y lo espiritual. Desde la provisión de
comida, hasta la estructuración de una personalidad despojada de egoísmos, que
se siente capaz de ser feliz, y que lucha para ser feliz junto con los otros. Lo
otro es una definición que puede ampliarse por el lado de lo biológico, lo
político, lo religioso, pero la libertad en definitiva, significa
fundamentalmente poder convivir con los propios rencores; no levantar el dedo
porque la culpa la tuvo el otro. Es un grado altísimo de responsabilidad y de
dificultad para entenderlo.
¿Cree realmente que el tiempo
existe, o somos nosotros los que pasamos?. Porque si fuese así, aplicando
aquella frase: Carpe Diem, de La sociedad de los poetas muertos, podríamos
disfrutar de un permanente presente de forma plena, sin etiquetar ni
cronometrar los tiempos por venir.
FL: Esa es una de las cosas más lúcidas de aquella película, pero
fundamentalmente, me parece, porque se conecta con esto que decíamos, la
libertad, vivir bien, en el sentido social del término, disfrutar del intelecto
o de la relación con los otros o las otras, implica fundamentalmente ese famoso
Carpe Diem, que es la valorización total del momento, y el momento es lo que
acumuladamente superponiéndose, termina por dar una idea de que hacemos acá en
el mundo. Y el Carpe Diem es justamente, poder despojarse de la ventajería, del
aprovechamiento perverso y de la indiferencia.
¿Cómo fué Susana Hornos, a la
hora de dirigirlo en Las últimas lunas?. ¿Trató de sacarle alguna veta aún
oculta, o es como esos D.T de fútbol que ante un superdotado, de esos que
nacieron con el gen del potrero incorporado, solo se limitan a decirle: ”Entre y
humille”.
FL: Susana tiene la suerte de que proviene de una familia de gente muy
trabajadora; sus padres y abuelos eran carniceros, como los míos, y ese primer
punto de acercamiento nos hizo conversar muy a menudo sobre la familiar vida
cotidiana. Trabaja mucho, lee mucho, escribe muy bien, y fundamentalmente tiene
la gran virtud de huir de las maneras clásicas de parentesco, la amistad, del
matrimonio, de los noviazgos, de los amantes, el generar trabajo, es el gran
basamento que lo justifica, que es laburo, laburo y laburo. A mí esto me parece
genial.
Florencio Escardó, un recordado
médico por su calidad como ser humano, siempre ponía un gran énfasis al
explicar que la depresión como una de las patologías que distinguen a la vejez,
no debía tratarse solo con psicotrópicos, sino que le asignaba un gran valor a
la expresión, ejecutada a través de cualquier disciplina. ¿Considera que en la
vida siempre hay que intentarlo todo (asumiendo las responsabilidades), o solo
está reservado ese acto para ese último tramo de la misma?
FL: Lo seguí bastante a Escardó, porque tenía una particular
inteligencia de su oficio, mas allá de la inteligencia cotidiana del ciudadano,
y tenía una modestia, que muy contadas veces aparecía adornada con el vestuario
del científico. La vida cotidiana se definía para él, en una cosa que le
escuché en el Auditorio Kraft:”No se oculten, muéstrense, no se callen,
pregunten, y no se silencien, respondan”. Era ese el sentido de la frase. Y yo
digo, caramba, esta gente vale la pena conocerla. Don Florencio Escardó,
sensacional; todo lo que tenía que ver con la felicidad, él siempre le daba un
carácter de posible, no lo negativizaba con cuánto cuesta ser feliz. Hay
caminos, pero es fácil.
Y en ese intentarlo todo, el amor
ha sido una materia que la ha ido cursando de diferentes maneras, asumiendo
todas las consecuencias. ¿Cómo está viviendo esta nueva etapa en cuanto a
simbiosis afectiva?
FL: Creo que es una muy buena etapa para mí, sencillamente porque no me
queda otra. Porque en términos afectivos, en mis relaciones, metí mucho la
pata, hice elecciones no demasiado inteligentes, y a cierta altura de la vida,
ésta, me encontré con una persona como Susana, que tiene la gran virtud de no
ser demagoga. El hecho de ensayar, que es una tarea sencilla, un trámite
repetitivo, nunca jamás te lo hace fácil. No para crearte dificultades, sino
para que entiendas que existen maneras de salvarlas, a esas dificultades. Y eso
yo no lo tenía en cuenta antes; a veces metía la pata por tonterías. Me parece
que es una buena etapa para mí, habida cuenta que no tengo medio siglo más para
hacer experiencias (bromea).
Se dice que del amor al odio, hay
un ínfimo paso; en Martín Hache, hay un excelente diálogo entre padre e hijo en
un restaurant, donde Ud., en su rol de padre, asevera que la patria es un
invento y que entre otras cosas, lo único que se extraña al vivir en el
extranjero, son los amigos. ¿Siente que la Argentina en su vida, fue una herida
absurda, o su capacidad para mimetizarse con otras sociedades, laboralmente
hablando, lo preservó de algún acto de sensiblería por estar lejos de su
tierra?.
FL: Esto último es cierto. Hace muchísimo tiempo, sin tener demasiadas
alas, las raíces de la experiencia, he pensado para mí muy a menudo, que la
nostalgia es un chantaje, porque suele estar referida a aquellos lugares
iniciales de la vida, donde todo tiene que ver con la abundancia. La teta, la
comida, el calor, los amigos, y la vida entera no es así. Yo que soy de gente
de campo, cuando viene a Buenos Aires, podría haberme ido a Helsinki, o a
cualquier país africano o asiático, porque ambas cosas me eran realmente
vírgenes y desconocidas, entonces no tenía ninguna experiencia más que intentar
ver el mundo. La posibilidad de que en algunos lugares me haya equivocado, eran
exactamente las mismas que me pasaban aquí en Buenos Aires o en mi propio
pueblo. El error es un componente del comportamiento humano o el científico;
prueba y error. Y a veces como el tango de Mendez (Yo soy del 30), a veces
bien, a veces mal, pero nunca (por lo menos conscientemente), de todo lo que
viví y de hecho, bueno y malo, nunca hubo culpables. Ha habido siempre un
responsable solamente, que he sido yo. Porque no hay manera de entender el
mundo uno mismo, si uno cree que los demás son todos responsables. Y ahí entra
a jugar una cosa que siempre nos complica la existencia, que es bastante
perversa, y es la permanente presencia de la culpa. Y si puedo(a veces sí, a
veces no), lucho contra ella, porque a medida que levanto un dedo para culpar,
ese dedo me lo corto, lo pierdo.
Ya conocemos sus fortalezas, de
tener debilidades, ¿cómo las maquilla?
FL: Es muy interesante esa pregunta, porque tiene que ver con tal vez,
uno de los actos de valentía menos valorado, pero en mayor producción
formativa, que es enfrentar la debilidad, porque primero la debilidad informa
acabadamente, de si existe o no, una tan mentada fortaleza; y segundo, tener
fortaleza y hacer alarde de ella, suele ser un acto de tilingos. Me parece que
poder decir frente a uno mismo y frente a gente que uno les quiere demasiado: ”No,
aquí metí la pata, esto así no va, discúlpenme”, es una frase sencilla, en
relación con los tiempos, pero que de verdad, dicha de verdad, profundamente de
verdad, no todo el mundo puede hacerlo. Yo tampoco lo sé. Pero cuando he tenido
la posibilidad de darme cuenta de donde tengo agujeros, por lo menos hago el
intento de conseguirme un poncho como la gente.
Tres frases o consejos de sus
padres, que hoy lo sigan acompañando, asentadas en su D.N.I.
FL: No tengo consejos fabulosos, sabios, o que puedan ser para toda la
vida, mi padre era un hombre demasiado gringo de campo; bota y bombacha. Y en
general, tenía el pragmatismo de los que han quedado a merced de la vida muy
joven, no porque murieran sus padres, sino porque de muy jovencito, se fue de su
casa como arriero, emparvador, de cosechero, y tenía el practicismo de los que
aprendieron una de las fórmulas más sencillas del mundo, y a la vez mas
complejas: dos mas dos son cuatro. Su sabiduría llegaba hasta ahí, y no tengo
de él, lo que llamaríamos un llamador inteligente para la vida; lo recuerdo muy
a menudo, le gustaba mucho la vida, era gran relajador, degustador de la buena
carne y la buena comida, y hasta ahí llegó toda mi idolatría.
El éxito y el fracaso son dos
impostores que deben ser tratados por igual, ¿esto es así, o es puro verso?.
FL: No, me parece que no. Porque tal como estamos hechos nosotros los
humanos en esta sociedad que hemos creado, si nos va muy bien, nos van a pegar,
y si nos va muy mal, también nos van a pegar, y eso me parece que tiene que ver
con huir de todos los impostores que son el triunfo y el fracaso, y las
opiniones que eso conlleva. Uno lo ha vivido en la vida en su oficio, estamos
tan a merced del elogio y de la vanidad y en general, hay una fórmula perversa
que sigue existiendo entre nosotros, los seres humanos, que tiene que ver con
que, crezco si te denigro, y me envilezco, malamente, si te hago daño. Es
horripilante pero es así.
¿Cuándo dio el gran paso al
frente, y sintió que las vidrieras lo miraban al pasar?
FL: Como tanta gente, he caído en la trampa del véanme, mírenme como lo
hago. Es una manera de poner en escena la fábula del valiente. Yo he hecho
algunas cosas interesantes, como punto de referencia para que eso que uno hace,
cuando cree que tiene que hacer algo importante, un acto de valentía, un acto
de cierto coraje individual, y al poco tiempo, me he dado cuenta que uno de los
componentes que me empujaban a ese acto, era la vanidad, y entonces, el famoso
Cabral, disminuía bastante de tamaño.
En una estrofa de Aprendizaje, la
canción de Sui Géneris, se escucha: ”Y tuve muchos maestros de que aprender,
solo conocían su ciencia y el deber. Nadie se animó a decir una verdad, siempre
el miedo fue tonto…”, ¿qué tres verdades fundamentales le diría a todos aquellos
que decidieran seguir la carrera de actor, para que no repitan errores que tal
vez haya cometido?.
FL: Un poco lo que pagamos, el reservorio saludable que son los viejos.
Y Fierro decía muy bien: ”Hay hombres que de su “cencia”, tienen la cabeza
llena, hay sabios de todas menas, mas digo sin ser muy ducho, es mejor que
aprender mucho, el aprender cosas buenas”.
Amanece que no es poco, y hay una
frase que todos decimos a manera de sentencia cada mañana; ¿cuál es la suya?
FL: No tengo una definición posible para tal frase; lo más sencillo del
Universo que me hace feliz cada mañana de verdad, es que tenga abrigo, comida,
y el mate. No tengo vueltas filosóficas más que eso.
Si tuviese la posibilidad de
exorcizar al arte argentino, ¿de qué cosas lo libraría?
FL: Creo que eso es una tarea imposible. Lo que sí creo que se podría
hacer, alguna vez, dándole carácter de fantasía absoluta, sería conseguir una
dotación de políticos, líderes, creadores de creatividad-valga la redundancia-,
que también aprendiesen los números relativos no solamente a la cantidad de
ganado, cuanto aluminio importamos o
exportamos, a cuanta gente embaucamos, sino, a que tuviesen la posibilidad de
que la gente entienda, la capacidad liberadora de verdad, que tiene el arte, el
color, la armonía, el caballete, la frase escrita, la poesía, eso hace que el
hombre se requeterecontra humanice, y creo que tendríamos así, un mundo
bastante mas compartible.
Tiene la absoluta libertad a
manera de balance final, de expresar lo que ha acumulado en el Debe y el Haber,
a lo largo de su vida.
FL: Es una pregunta que he de responder, que no tiene vuelta para mí. Una
vez escuché a un chico español muy inteligente, que discutiendo con otro (estábamos
comiendo), el otro le dijo: ”No, lo que pasa es que si yo tuviese veinte
años…”, el otro le respondió: ”Ya tuviste veinte años, los próximos veinte años
que quieras tener, vas a cometer otros errores, con otras virtudes y eso ya de
por sí, es un regalo maravilloso; no sé qué hago ahí yo pero, la aspiración más
pedestre y barrera es: ”Ojalá que viva muchos !!!”.