viernes, 8 de enero de 2010

"Lo de hoy" Boletín Comunidad Jóvenes Católicos

Boletín 1 de la Comunidad de Jóvenes Católicos
Feliz año 2010 http://www.catholic.net/
Eliminar la “excesiva seguridad en nosotros mismos, la presunción de conocer perfectamente la realidad” dejándose, por el contrario, contagiar de la alegría de la Verdad, y dejarse tocar por un Dios “que nos espera entre los pobres, el único camino del amor que puede transformar al mundo”.
Benedicto XVI en la Misa de la Solemnidad de la Epifanía del Señor
Estimados amigos:
Con gusto les comunicamos que a partir de esta fecha les estaremos envíando un artículo por semana.
Esperamos sus comentarios y sus sugerencias.
Caminos equivocados
Comenzamos propiamente nuestra expedición. Nos toca explorar en este momento un paraje difícil y hasta peligroso. Entramos en el terreno de las falsas felicidades. En cualquier momento de la vida nos podemos topar con alguna de ellas…¿Tomamos un guía? Creo que nos conviene. Podría ser mi viejo amigo, el del hospital, ¿te acuerdas…? Él desperdició su vida en falsas felicidades. Se desvivió en cosas que no saciaron su sed de felicidad. Y después de todo, sólo obtuvo una felicidad aparente y falsa. Terminó invadido por la tristeza, la amargura y la insatisfacción.Ya ves, la vida de ese joven nos ofrece algunas pistas valiosas: la droga, el alcohol y el "sexo" son falsas felicidades. Comprobemos si es verdad.
La alucinación de la droga
La droga es uno de esos oasis de alucinados. Hacia él se precipita vertiginosamente cada día más gente. El número de los que engrosan las filas de la adicción a la droga se infla día a día. Es para quedarse pasmado. Sin ir más lejos; ya hasta nos resulta lo más normal que, en determinados lugares de la ciudad en la que vivimos, estén tirados, como las hojas secas de los árboles, grupos cada vez más numerosos de jóvenes con la jeringa en la mano. Esto, como suelen repetir -hasta cansarnos- nuestros mayores, era inconcebible hace algunos años.Pero, oye: todos esos jóvenes (quizá compañeros tuyos y míos) ahí postrados, se engancharon a la droga, embobados por la alucinación de la curiosidad. Todos cedieron ante el deseo de experimentar sensaciones nuevas. Y la mayoría iniciaron por poca cosa… algo "sin importancia" -como muchos creen-. "Al fin y al cabo, -ellos mismos afirmaban hace unos meses- fumarse un par de `porros´ de vez en cuando es totalmente inofensivo…". "Además -añadían muy seguros de sí mismos-, lo puedo dejar en cuanto yo quiera".Por desgracia, a todos los amigos que hace tiempo oí asegurar eso, los he visto uno a uno ir sucumbiendo cada vez más irreversiblemente en el vicio asesino de la drogadicción. Y ahí yacen ahora, esclavizados por esa cadena de la que posiblemente nadie podrá librarlos.Y no hago teoría. No trato de repetirte el típico sermón contra la droga. Ya bastante saturada de teorías tenemos nuestra mente. No puedo gastar mi tiempo y el tuyo en simples sermones o tejiendo ideas ya trilladas, y carentes muchas veces de utilidad.Yo no puedo reducir a una simple reflexión moralizante el tema de la droga. Fíjate, aún en el caso de haberlo querido, me sentiría incapaz de hacerlo. Porque tengo amigos que, en este preciso momento, están sufriendo los fatídicos efectos de la drogadicción. Y ésto no me es indiferente.Te refresco aquellas palabras de mi viejo amigo. Repásalas con atención, y luego dime si se trata de simple teoría o del mismo rollo de siempre."Poco tiempo después la heroína llegó a ser tan vital para mí como mi propia existencia. Cuando comencé a tratar de vivir sin ella, me ocurrían cosas terribles. Me ponía muy nervioso y no paraba ni un instante de tiritar. Me asaltaban continuas tandas de frío y luego de calor. Vomitaba durante horas hasta no expulsar más que sangre. Los calambres me recorrían el cuerpo por las piernas y la espalda y me hacían rodar por el suelo a causa del dolor. Me subía y bajaba el ritmo respiratorio, la presión y la temperatura. También tenía repentinas contracciones musculares, diarrea, me ardían los ojos… Te prometo que quería morirme…".Permíteme completar la escena con algunos datos más, recogidos en la descripción de un doctor con bastante experiencia en estos casos. Comenta este médico, al hablar del drogadicto con síndrome de abstinencia, que la cantidad de agua que segrega por los ojos y por la nariz es enorme, al igual que la cantidad de fluido expulsado proveniente del estómago y de los intestinos. Y el sudor que emana su cuerpo es lo bastante abundante como para empapar la ropa de la cama y el colchón. Sucio, sin afeitar, despeinado, embadurnado con sus propios vómitos y excrementos, el toxicómano presenta en esos momentos un aspecto casi infrahumano. Sin comer y sin beber, adelgaza rápidamente y en veinticuatro horas puede perder hasta cinco kilos. La debilidad en la que se ve abatido puede llegar a impedirle incluso levantar la cabeza. Por eso no es extraño que muchos médicos, llegado este momento, teman por la vida de sus pacientes… ¿Pura teoría esto? No. Pura realidad, y muy cruda. ¿No te parece?Y todos esos infortunados están donde están porque pensaron hallar en la alucinación de la droga un vergel de bienestar y felicidad. Pero claro, tarde o temprano, como en toda alucinación, despiertan de repente a la cruda realidad de su situación: un cuerpo destrozado, envejecido prematuramente, disminuido notablemente en todas sus capacidades. Y, lo que es peor, un interior vacío, sediento más aún de esa sed de felicidad que la droga no pudo aplacar en lo más mínimo. Han desperdiciado su vida y con ella la posibilidad de alcanzar algún día su ansiada felicidad, la verdadera.¿Qué más puedo decirte sobre esto? Pues, nada, que no te alucines ante la droga, que no seas tonto. Mira dónde están yendo a parar tantas vidas jóvenes como la nuestra por lanzarse hacia esa alucinación. Encauza la insaciable curiosidad, propia de nuestra edad, a lo seguro, a lo fiable. Mira el ingente mal que la droga causa a tu alrededor. Esto debería bastarte para no caer en el mismo error. Así te ahorrarás un día el tener que arrepentirte cuando quizá ya sea demasiado tarde…
El espejismo del alcohol
Una palabra sobre el alcohol. Si te soy sincero, a mí me da mucha lástima el constatar cómo, durante una fiesta normal, o en una noche ordinaria de discoteca, un buen porcentaje de los chicos y también de las chicas terminan borrachos, tal cual. ¡Con lo genialmente que uno se puede divertir sin necesidad de emborracharse! Pues nada; todos creen llegar a ser muy felices así.Pero, pensándolo bien, por muy alegre que uno se ponga después de empinar el codo más de la cuenta, no se puede identificar esa "alegría" (propia del borracho) con la felicidad a la que me estoy refiriendo.Estar "alegre", bajo los efectos de unos cuantos `inocentes´ o `cubatas´, no equivale a haber encontrado la verdadera felicidad. Si así fuese, ser feliz estaría "chupao" (como dicen los niños).La felicidad no consiste en evadirse por unas horas de la realidad personal a través de la puerta del alcohol. La alegría que proporcionan unas copas de más se esfuma a la vuelta de una horas. Aunque la resaca quizá un poco más tarde…No creo que el estar como una cuba eleve y dignifique mucho a una persona. Mas bien al contrario. Cuanto más se te sube el alcohol, más se rebaja tu honor y dignidad. Porque mientras te dura la "mona", no entiendes, no razonas, no eres dueño de ti mismo. Puedes llegar a hacer barbaridad y media. Y eso desdice mucho de la dignidad de una persona humana normal.Además, echa un vistazo a tu alrededor y advierte (si es que aún no has podido hacerlo) las consecuencias inmediatas que lleva consigo el abuso del alcohol. Anda, pregúntale a un médico cualquiera cómo trata el alcohol en exceso a algunos de nuestros órganos más importantes, como el hígado. O cuestiónale a un neurólogo lo saludable que es para el cerebro saturar con frecuencia nuestro organismo con bebidas alcohólicas. Infórmate un poco en algún hospital a cuánto asciende cada año el número de enfermos graves y de muertes a causa del alcoholismo.Hace poco leí en una revista científica que el alcohol, en un país como Italia, mata más de 20 mil personas cada año. Se dice rápido, pero ese dato atestigua que el alcohol se ha convertido en uno de los principales asesinos de nuestra época. Mata al año diez veces más que la mafia, el terrorismo y la droga juntos.Otra cosa. Es impresionante pensar cuántas tragedias se ocasionan continuamente en el mundo sólo porque alguno llevaba encima unas copas de más. Cuántas riñas tontas han terminado siendo infames homicidios porque uno de los contendientes -o ambos- estaban bebidos. Cuántos accidentes automovilísticos mortales sólo porque a quien estaba al volante se le habían pasado las copas (y las noches de los sábados de cada fin de semana me dan toda la razón en esto). Cuántos dramas familiares sólo porque este vicio ha hecho presa en alguno de los miembros de la familia. Cuántos niños vienen al mundo deformes, retrasados o con otras enfermedades o deficiencias precisamente por el alcoholismo de sus padres.En fin, estando así las cosas, no sería un acierto afirmar que el alcohol en exceso conduce a la verdadera felicidad. El abusar del alcohol nos rebaja moralmente y nos destruye físicamente. La moraleja es obvia. Sácala tú mismo.
El barrizal del "sexo"
Como ves me he estoy atreviendo a meterme con el "sexo". Pero, tranquilo, no te inquietes. Me refiero a un tipo muy concreto de sexo. Por eso lo he puesto entre comillas.Hablo de un "sexo" comparable a una de esas charcas turbias y semipodridas que pueden presentársenos a la vera del camino de la vida. Siempre, por supuesto, bajo apariencia de pozo o venero de agua pura y fresca, fuente de felicidad.Y para que no me entiendas mal, empiezo afirmando con pleno convencimiento, que el sexo, en sí, es algo genial, querido por Dios para el hombre. Y personalmente (no tengo ningún reparo en decírtelo), creo que pocas cosas hay en este mundo tan maravillosas como la relación de amor auténtico y que une de un modo tan íntimo y profundo a un hombre y a una mujer.Pero amigo, lo que no es tan maravilloso y laudable es el uso impropio que a veces las personas hacen de su capacidad sexual.Los filósofos definen al hombre como animal racional. Según esto, lo propio de la naturaleza del hombre apuntaría no sólo a la animalidad, sino sobre todo, a lo racional. Por eso el hombre, a la hora de usar el sexo, debe hacerlo conforme a su razón, que es aquello que le distingue de los animales. Ésto si de verdad quiere hacer honor a su dignidad humana y respetarla.Cuando, por ejemplo, un perro hace uso de su sexualidad, lo hace porque le sale instintivamente. No es capaz, -como debería serlo el hombre- de dominar esos instintos básicos. Su ley son los instintos, y por ellos se deja llevar.Pero el hombre es más que un simple animal. Al menos yo personalmente así me considero y supongo que tú también. Por eso, si en el uso de la sexualidad, no hacemos más que dejarnos llevar de nuestros instintos naturales buscando únicamente nuestra satisfacción, nos estamos quedando en la animalidad. Es más, incluso estaríamos rebajándonos a algo aún peor que un animal. Nosotros lo hacemos libre y conscientemente, mientras que los animales no lo pueden hacer así. En definitiva, estaríamos minando nuestra misma dignidad humana.Precisamente a ese "sexo" animalesco, que degrada al hombre y lo envilece, me estoy refiriendo ahora. Ese sexo desligado de todo amor auténtico y responsable, buscado únicamente por puro goce egoísta (que es lo más opuesto al verdadero amor). Ese sexo del que usa su propio cuerpo o el de otra persona como un mero objeto de placer, sin tener en cuenta su dignidad. Esa caricatura deforme de sexo, desenfrenado y brutal. Un "sexo" tremendamente mutilado en su finalidad más esencial e inviolable que es la de su apertura a una nueva vida.Da pena reconocerlo, pero hoy en día se ha entronizado a este sucedáneo de sexo. Se nos invita a todos (especialmente a los jóvenes) de manera obsesiva y a toda costa a postrarnos ante él y rendirle culto. Y muchos así lo hacen.Pero bueno, yo me pregunto qué alarga la generosidad de ese "dios sexo" para que sean tantos los que lo adoran con su conducta. ¿Es que de verdad otorga algo más que un placer de segundos? Pues, resulta que sí; y mucho más…Nos regala unas amplias páginas de sucesos sembradas de abusos y violencias sexuales. Nos dona un sinnúmero de embarazos no deseados y sus consecuentes asesinatos o abortos. Nos ofrece una red cada vez más vil y desvergonzada del así llamado "tráfico de blancas" (o niñas obligadas a prostituirse). Nos gratifica con un copioso racimo de enfermedades venéreas. Nos recompensa con un elevado porcentaje de los actuales enfermos de SIDA. Total: casi nada… Vamos, que en regalos a la humanidad la providencia de este "dios sexo" no se queda nada corta…Cuesta entenderlo, pero da la impresión de que nos tapamos lo ojos. No queremos darnos cuenta de que ese tipo de comportamiento sexual nos está haciendo daño. Ese "sexo sin fronteras" o "amor libre" (como lo entienden algunos) nos va sometiendo a la esclavitud de nuestras pasiones y bajos instintos. Dejamos de ser dueños y señores de nosotros mismos. En pocas palabras: está deshumanizándonos.Porque, oye, el tomar a una pobre criatura de 7 años y obligarla a ser el juguete sexual de todo el que llegue y tenga para pagar, es un atentado infame contra la dignidad de la persona. Como lo es el usar por la fuerza -y también sin ella- a alguien como un mero objeto de placer. Una persona nunca puede ser tenida por un simple objeto sin que venga a menos su dignidad.De aquí que beber el agua de ese "sexo" contaminado nunca brindará la felicidad verdadera a nadie. Resulta impensable que una persona obtenga felicidad verdadera de aquello que la envilece, la encadena y la destruye. Igualmente es ilusorio pretender llenar una vasija que se resquebraja apenas toca su fondo el líquido destructor del que pretendemos llenarla.Pasa de largo ante la fachada de felicidad de esos charcos. No pierdas el tiempo (el mejor quizá de tu vida) bordeando la orilla de alguno de ellos. No sueñes en lo que nunca te podrá ofrecer. No lo contiene.No te dejes engañar. Toca y palpa lo que les ocurre a los que se precipitan hacia este tipo de sexo. Cuánta insatisfacción, desilusión y hastío en su interior, cuánto tedio y asco en sus ojos huidizos, cuánta perversión en sus intenciones, cuánta debilidad y enfermedad en su organismo. En vez de crecer, de llenarse y saciarse, se han vaciado y disminuido. Han salido perdiendo mucho y, a veces, todo.Te recuerdo lo que escribía mi viejo amigo desde el hospital: "[…] sé por experiencia que el sexo sin amor auténtico, sólo por placer, acaba siendo para cualquiera una asquerosidad […] Así que también con el sexo me llevé un gran chasco. También aquí me equivoqué, apunté y disparé donde no debía. Te lo digo en serio, -aunque me cuesta-, no gano nada con mentirte. Terminé harto de esa vida asquerosa…".En el fondo con esas palabras él nos está gritando que eso no es la verdadera felicidad. Nos está alertando para que no caigamos en el error de buscarla en ese tipo de sexo, como él lo ha hecho.
Nos está pidiendo que aprovechemos de verdad la vida, sin desperdiciarla tirándola a ese cubo de basura.
La droga, el alcohol y el "sexo" no hacen felices de verdad a nadie. Al contrario, terminan destruyendo la felicidad.

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