martes, 18 de abril de 2017

EL AMOR Y LAS PASIONES

La noticia no fue algo menor. A pocas horas de haber sido testigos de otra cuota mas de lo que significa que la guerra es un monstruo grande y pisa fuerte, por el tremendo aporte de haber sido lanzada la madre de todas las bombas, comparto junto a una platea expectante y casi implorante, dosis de amor en todas sus facetas. Tengo el reflejo inmediato de dos sanos destellos de luz, sobre un escenario que si bien podría transformarse en trinchera por su entendible ida y vuelta de propuestas idílicas por el tema a tratar, lo que buscan va más allá de sus experiencias; hay un deseo de generar una necesaria tregua, entre corazones en situación siempre latente, de terapia intensiva.
 
Terapia intensiva que existe desde el mismo momento en que nacemos en un estado prematuro, acto que conlleva a que si alguien no nos cuida, moriríamos. No podríamos protegernos ni alimentarnos desde el inicio de la vida. Incorporamos la convicción de que siempre necesitaremos ser reconocidos por otros, para existir. Otros, que podrían calmar la sensación de indefensión ante el mundo.Y para hacerle frente a tanta soledad, ostracismo, banalidad, sinrazón, hostilidad de un planeta cuyo primer pecado capital hoy sitúa en la cima a la crueldad, es menester estar blindados por un amor, que de ser posible como el estribillo de la canción de Jorge Drexler, nos haga bien, nos haga bien, nos haga bien.
 
La tarea no es para nada sencilla en cuanto a poder ensamblar con ese otro, las amalgamadas piezas de un puzzle, para obtener el ansiado título de feliz pareja; ésta, no siempre se establece en paridad. Las hay donde se es uno mas uno, uno menos uno, uno sobre el otro; y es en ese concierto matemático donde los resultados que bajo esa aparente realidad amorosa, donde creíamos haber conformado esa unión de forma sólida y para toda la vida, subyacen de manera fragmentada, partículas de un big bang dispuestas a replicarse de forma imprevisible. Existe un estudio que estableció en el mundo, setenta y ocho mil categorías diversas de consumidores; si el espectador logra encajar en tan solo una, que es la que le corresponde, habrá valido la pena que desde un menú más acotado de amor y pasiones esparcidas generosa y cálidamente por dos seres angelados, siga apostando por príncipes y doncellas en encuentros furtivos, a la luz de la luna.
 
Juan Claudio Dahul

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