
El “principio de
intercambio” de Locard
En la Facultad de Derecho de la UBA, en la entonces materia de criminología “Técnicas para la investigación de la identidad” y promediando mi carrera de grado, tuve el placer de conocer a un gran docente, el Dr. en Química Fernando Cardini.
Allí
tuve la posibilidad de aprender varias cuestiones relacionadas con las ciencias
forenses.
Entre los conceptos
de la materia, tuve la oportunidad de incorporar terminología propia de la
disciplina y familiarizarme con principios que le son propios… y como veremos,
no tanto.
El citado
"Principio de Intercambio" esbozado por el Dr. Edmond Locard
(1877-1966), explica que cada vez que una persona hace contacto con otra
persona, lugar o cosa, el resultado es un intercambio de materiales físicos.
En su aplicación a
las ciencias forenses, él creía que no importaba a dónde fueran los criminales
o lo que hagan ellos, puesto que estando en contacto con cosas, dejan todo tipo
de evidencia –incluido el ADN-, huellas, cabellos, células de piel, sangre,
fluidos corporales, piezas de vestimenta, fibras, etc. y al mismo tiempo, ellos
recogen –involuntariamente- algo de la escena.
Para graficarlo
basta recordar la forma en que los investigadores realizan el levantamiento de
rastros, huellas digitales por ejemplo, hisopados, etc., de una escena
criminal, para de allí, trasladarla al laboratorio donde se peritará el
material.
Teniendo en cuenta
este principio y siguiendo esta línea de razonamiento, es posible también
graficar la transmisión de virus de cualquier naturaleza entre una persona y
otra, o inclusive hacia un objeto, lo que provocará un inevitable contagio.
Por qué es
importante la higiene personal y en especial de las manos en esta coyuntura?
Veamos: supongamos que me higienizo en mi casa antes de partir hacia algún
lugar (el trabajo, por ejemplo). Ellas dejarán de estar limpias
microscópicamente sin que pueda advertirlo visualmente, desde el mismo momento
en que una o ambas de ellas hagan contacto con el picaporte. Avanzo por el
pasillo, abro la puerta del ascensor y allí quedará material genético mío y me
llevaré de allí, alguna partícula de algún material que se encuentre allí.
Entonces, ya cargaré conmigo, el material adherido producto de mi manipulación
con el picaporte, más el de la puerta del ascensor, y así sucesivamente.
La apertura de la
puerta del colectivo, el sacar el billete necesario para cargar la tarjeta
SUBE, recibir el tiquet, manipular la tarjeta, tocar el molinete del
subterráneo o el pasamanos del colectivo y demás actos que parecen
insignificantes, implica inevitablemente el intercambio de material que
involuntariamente dejaré en esas superficies y me llevaré conmigo.
Al arribar a mi
trabajo, habré transportado sin haberlo siquiera advertido, toda una carga
viral que –sin dudas- será depositada en mi escritorio, los papeles que
manipule, el teclado de computadora, teléfono celular.
Por lo tanto, el
mantenimiento de la higiene se impone. Debemos higienizarnos las manos al salir
de nuestros hogares, al llegar al trabajo, al volver a casa… antes de demostrar
nuestro afecto a nuestra familia.
Es la única manera
de frenar un contagio.
Así, que, la ciencia criminalística, también contribuye con sus principios a la
necesidad de la toma de conciencia, para evitar la propagación de enfermedades.
Lávate las manos. Cuídate.
Ricardo Héctor
Rivas, abogado y periodista.